La tecnología juega un rol esencial en la transformación digital, pero esta por sí sola, no puede garantizar el éxito hacia su implementación. Esta necesita de las personas, el talento y el liderazgo para adaptarse y usarse de manera creativa. Cuando las empresas y gobiernos consideran invertir en tecnología, primero deben pensar en invertir en las personas que pueden hacer que esa tecnología sea útil[1].
Esta utilidad depende de la capacidad para adaptarse a un futuro cada vez más digital, que está en manos del impulso de la próxima generación de habilidades; esenciales para cerrar la brecha entre la oferta y demanda de talento.
En esta entrada analizaremos dos de las principales razones para considerar el desarrollo del talento humano como cuestión fundamental al cambio acelerado e inevitable de la digitalización
La disrupción tecnológica generalmente ha llevado, a lo que a mediados de los años cuarenta del siglo XX, el economista Joseph Schumpeter denominó destrucción creativa. La teoría de Schumpeter plantea la idea de que la fuerza transcendental detrás del capitalismo es la innovación, siendo el empresario, el que está dispuesto a introducirla. Luego de estudiar los ciclos económicos, producto de las crisis económicas y sociales durante su época. Planteó que la introducción de innovaciones fue responsable tanto del progreso como la inestabilidad del capitalismo.
Esas inestabilidades las atribuyó al principio de destrucción creativa, un proceso en el que las nuevas tecnologías, junto con los nuevos tipos de productos, los nuevos métodos de producción y los nuevos medios de distribución hacen obsoletos los antiguos. Esto obliga a las empresas existentes a adaptarse rápidamente a un nuevo entorno o sucumbir ante este. Un ejemplo de esto ha sido la industria musical, en el que los actores de este mercado se han visto obligados a cambiar el modelo de su negocio producto de los adelantos tecnológicos.
Pero el aspecto creativo de la innovación depende por completo de las personas. La invención más brillante es irrelevante si no se es lo bastante útil para usarse, e incluso las personas más destacadas se volverán menos útiles si no se unen a la tecnología. La principal implicación es que cuando los líderes piensan en invertir en ciencia aplicada, primero deben pensar en invertir en las personas que pueden hacer que ese conjunto de técnicas sea útil.
Si bien la transformación digital requiere de habilidades duras para cargos como ingenieros, analistas y científicos de datos y expertos de ciber seguridad, entre otros. Esto no basta, la adaptabilidad, la curiosidad y la flexibilidad son algunas de las habilidades blandas que más buscan las empresas en sus empleados hoy, tanto en el proceso de nuevo reclutamiento, como de constante capacitación a sus empleados.
El ejemplo perfecto ha sido la pandemia por el covid-19 que puso a la mayoría de las empresas a adaptarse junto con sus empleados a operar y trabajar desde la virtualidad. Haciendo un uso más intensivo de las herramientas digitales y en la mayoría de los casos a capacitar a sus empleados para el uso de estas mismas. Centrándose, de acuerdo con los hallazgos de la firma McKinsey ,en desarrollar las habilidades de los empleados, en el pensamiento crítico y la toma de decisiones, el liderazgo y el análisis avanzado de datos, entre otros, como vemos es una mezcla de destrezas blandas y duras.
De esta manera, es imperativo tener tanto en la agenda pública como privada, la prioridad del desarrollo de las personas. La situación actual del camino hacia la transformación digital solo ha demostrado que ya sea como complemento de la tecnología, que se está desatando para el trabajo remoto. O porque poseemos las habilidades sociales y el liderazgo necesarios para sortear una crisis histórica. O porque tenemos la capacidad conocimientos necesarios para impulsar el éxito lento o el fracaso rápido para una cura. El progreso integral del activo humano es la piedra angular del crecimiento y la innovación.
[1] Recientemente se demostró en Reino Unido que pese a que las herramientas digitales que se han vuelto más comunes durante la pandemia a menudo se implementan de manera deficiente y solo han servido para reducir la productividad.
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