6 reglas de juego para implementar servicios en la nube

Para que exista una apropiada adopción de las tecnologías como habilitadores, también debe existir una transformación organizacional y, en algunos casos, una fuerte disrupción. Por esa razón hay muchas medidas que las entidades pueden adoptar, puesto que han resultado valiosas para quienes ya han implementado la infraestructura basada en la nube. Entre ellas encontramos:

• Evaluar la cartera actual de TI. Antes de comenzar cualquier desarrollo o migración a la nube, es necesario echar un vistazo al portafolio de TI existente para determinar cuál modelo de servicio de nube (o una combinación de estos) es el adecuado.
• Elegir el enfoque de transformación. Involucre a todas las partes interesadas clave para determinar si la entidad será un transformador agresivo u oportunista.
• Articular los objetivos de TI y de negocio. Crear un conjunto bien definido de aspiraciones orientadas a los resultados tanto a corto como a largo plazo que estén en línea con su enfoque.
• Asegurar la aceptación. Asegurar el compromiso y la inversión de la alta dirección, en particular de los líderes financieros, quienes deben apoyar la transferencia de capital a las inversiones de operaciones y mantenimiento.
• Abordar la gestión del cambio. Un modelo operativo ágil y altamente automatizado requerirá cambios significativos en los comportamientos y mentalidades de la TI. Por lo tanto, será necesario invertir tanto en la gestión del cambio como en el desarrollo de habilidades interfuncionales en los entornos de infraestructura, seguridad y aplicaciones.
• Adoptar nuevos KPIs. Medir y recompensar al equipo de tecnología por la estandarización y la automatización en lugar de, por ejemplo, por la disponibilidad.

Al considerar los servicios en la nube como un punto de partida para la automatización de la TI, las entidades pueden tenerlo todo: escalabilidad, agilidad, flexibilidad, eficiencia y ahorro de costos, pero eso sólo es posible mediante la creación de capacidades de nube.

Así, y teniendo en cuenta lo que está en juego, las preguntas fundamentales para cada gobierno serán: ¿Adoptamos o nos resistimos la próxima ola digital? Y, si la aceptamos, ¿estamos dispuestos a convertirla en una prioridad?